El periódico cuenta
que un grupo de mujeres decididas,
con su vestido nuevo
y su ramo de flores,
hartas ya de varones,
se han casado consigo mismas
en solemne ceremonia
civil, por lo que entiendo.
Se han jurado fidelidad y amor supremos
hasta que la muerte les separe
el alma de su cuerpo.
Y a la salida del templo de la empoderación
han recibido
lluvia de pétalos multicolores.
Nada de arroz
que simboliza multiplicación;
ni beso de otros labios
ni abrazos tiernos, dispuestos
a calentar tu cintura
y tus muslos;
sin varón que comparta contigo
cómplices miradas
fracasos y esperanzas
y la pasta de dientes.
Y pasee por la casa
con lascivos calcetines negros
y calzoncillos blancos,
tan eróticos y excitantes,
creyendo que se desvive por ti
continuamente.
Por supuesto,
sin dejar de gustarse a sí mismo
sobre todas las cosas,
como tú piensas hacer desparejada.
Os deseo suerte a las reciencasadas
con vosotrasmismas.
Yo no podría hacerlo:
en mi metro cincuenta no cabe
todo el amor que genera mi alma
y se me desborda por los aledaños,
después de quererme muchísimo.
El respeto hacia el otro
es el precio que pago por su respeto a mí.
Además, -esto lo digo en secreto-
discuto continuamente conmigo misma
por falta de entendimiento
entre mi yo y mi otro yo.
Sin divorcio redentor posible
No me puedo enfadar estando sola:
que sería muy feo no hablarme
y juzgarme y regañarme
fustigarme, castigarme
por mis meteduras de pata,
sin poderle pedir perdón a nadie.
… Sin sentirme perdonada
por alguien que es capaz de amarme
como a sí mismo.